
(...) Te quitabas la faja de la cintura,
te arrancabas las sandalias, tirabas a un rincón tu amplia falda,
de algodón, me parece,
y te soltabas el nudo que te retenía el pelo en una cola.
Tenías la piel erizada y te reías.
Estabamos tan próximos que no podíamos vernos,
ambos absortos de ese rito urgente,
envueltos en el calor y olor que hacíamos juntos.
Me abrí paso por tus caminos,
mis manos en tu cintura encabritada y las tuyas impacientes.
Te deslizabas, me recorrías, me trepabas, me envolvías con tus piernas invensibles,
me decías mil veces ven con los labios sobre los míos.
En el instante final, teniamos un atisbo de completa soledad,
cada uno perdido en su quemante abismo,
pero pronto resucitabamos desde el otro lado del fuego
para descubrirnos en el desorden de los almohadones, bajo el mosquetero blanco.
Yo te apartaba el cabello para mirarte a los ojos.
Aveces te sentabas a mi lado,
con las piernas recogidas y tu chal de seda sobre un hombro,
en el silencio de la noche que apenas comenzaba.
Así te recuerdo, en calma...
-Cuentame un cuento -me dijo-
-¿Como lo quieres?
-Cuentame un cuento que no le hayas contado a nadie.
Extracto de Eva Luna... Isabel Allende.
No hay comentarios:
Publicar un comentario